sábado, 29 de diciembre de 2012

La Grieta Profunda ( Cuento parte I)


Cuando el día del tan ansiado viaje llego me encontró despierto y esperando los primeros rayos del sol sentado en la PC para ver el clima que nos aguardaba; quizás la ansiedad y la incertidumbre me habían quitado las últimas horas nocturnas del sueño pensando que sería un día largo, agotador y bastante atípico para mí.
Varias veces había pensado en desistir de la invitación del viaje, eran varios días, había que acomodar muchos temas laborales, compromisos, pero lo atractivo de la propuesta me hizo decidir rápidamente, aunque no lo quise manifestar hasta pasado un tiempo, tal vez a la espera de algún improvisto que justifique mis temores difusos de fondo y no me permita viajar; pero después de un tiempo en que nada extraño sucedió decidí aceptar, sabiendo que mis contradicciones al respecto nada tenían que ver con la realidad cotidiana, todo lo contrario, lo que me inquietaba profundamente eran imágenes confusas de sueños acerca de un futuro extraño y sensaciones no habituales en el devenir cotidiano, registros de un cambio general que supuestamente se daría en algún momento que nunca llegaba, esos registros eran cada día mas inexplicables y no buscados por mí, solo se me imponían en el trascurrir diario a medida que la fecha del largo periplo se acercaba, por lo que atribuía esas sensaciones a cosas que podrían pasar, imaginarias, incomprensibles, casi indescriptibles y que no podía poner en palabras ni imágenes visuales, pero que ocupaban mi espacio cotidiano con la fuerza de aquello que se presenta como lo imprescindible para el momento actual.
 Por cierto, me habían invitado a un viaje en barco hacia una de las bases científicas en el territorio antártico, era un barco especializado para estos menesteres, pero a diferencia de otros viajes esta vez se había decidido llevar a distintas personas que representaban diversas líneas de la ciencias sociales, también a gentes de la cultura, voluntarios de ONG, representantes de grupos políticos y sociales, ect, más o menos un centenar de personas que se suponían tenían algo para decir del convulsionado mundo social y de cómo este terminaba impactando en las ciencias, la vida cotidiana,ect, la idea de los organizadores tenía dos ejes centrales, por un lado quienes viajábamos tendríamos la posibilidad de compartir al llegar varios días de convivencia e intercambio con los distintos grupos de científicos y trabajadores que estaban en las bases antárticas hacia casi un año, por otra parte como el viaje en si mismo era muy largo se había diseñado una serie de exposiciones sobre diversos temas de acuerdo a las especialidades y a las experiencias de campo que cada cual tuviese en su actividad diaria, de esta forma cada noche se harían presentaciones de temas, debates, intercambios, algo muy interesante sobre todo teniendo en cuenta como habían cobrado fuerza los nuevos paradigmas acerca de cómo mirar lo social y al individuo en particular, después de varias décadas de discusión al fin parecía que los defensores de los mandamientos de la modernidad habían llegado a un punto de no poder seguir sosteniendo ciertas posturas, dejando una gran cantidad de intersticios por donde se colaban a diario las nuevas visiones sobre el mundo.
 El ciudadano medio también colaboraba recibiendo con gran aceptación estas miradas, quizás ya cansados de promesas de representantes de un mundo que estaba en el fin de un ciclo y a la espera de un nuevo nacimiento.

Por fin el taxi me dejo casi a metros de la escalera de ingreso al barco, desde allí el capitán nos fue recibiendo a todos con un saludo personal, me impacto un poco su presencia ya que no era habitué de subirme a barcos, y si bien pensaba que los capitanes de barcos se habían agiornado como todo el mundo, este sin embargo me trajo reminiscencias de aquellos personajes salidos de los libros de la infancia, su típica barba blanca bien recortada, su rostro adusto pero amable, su piel quemada por mil soles y su hablar corto y sincero me trajeron el recuerdo de viejas películas hogareñas, de días familiares de invierno junto al fuego de la estufa a leña, en todo eso pensaba cuando su mano helada  estrechó la mía y un amable pero seco “bienvenido a bordo” retumbo en mis oídos, apenas atine a decir gracias y ya estaba con un pie adentro de la nave, rápidamente un tripulante me condujo a mi camarote a dejar mi equipaje, por el atractivo y pintoresco ojo de buey observe como seguían subiendo los invitados, estaba arriba, ya era imposible dar marcha atrás, para mí el viaje había comenzado.
Antes que pudiera observar todo el barco y de reojo a algunos personajes notables ya habíamos emprendido el periplo, una extraña normalidad tiño todo, ahora todo parecía mucho más cotidiano, me reuní en la cafetería con muy pocos conocidos de otras épocas a charlar un rato sobre las exposiciones que comenzarían esa misma noche, pensé que por suerte la mía tardaría tres o cuatro noches más, ya que estaba en la cartelera como la número once, busque rápidamente si ese número significaba algo importante, pero llegue a la conclusión que no, o mejor dicho, que no debía prestar atención a esas supercherías rodeado de tantas gentes del mundo de lo racional.                        (continua...)

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